viernes, 4 de septiembre de 2009

In memoriam Ana Mª Aldama Roig

Hoy he sabido que mi profesora, Ana Mª Aldama Roig, ha fallecido. Temía por su vida, temí desde que supe que no se presentó el día del examen de su asignatura. Ella no hacía eso. No faltaba a las clases, y mucho menos a los exámenes. Pero parecía que todo iba más o menos bien cuando al año siguiente volvió a ser mi profesora. Sufrí porque aún siendo ella ya no lo era del todo, pero su lucha por ser la de siempre, tan activa, tan volcada en sus alumnos, tan preocupada por encontrar temas que nos interesasen, me llenó de esperanza. Así que hoy me voy a quedar con eso, con la esperanza, porque Ana Mª Aldama va a seguir viviendo en cada uno de los que fuimos sus alumnos. Este fue uno de los últimos trabajos que hice para ella. Le complació, y a mí me llenó de orgullo que así fuera:



REALIDAD HISTÓRICA EN LOS FISCALES de L. Davis:
            Los personajes de la novela son todos ficticios, a pesar del árbol genealógico en el que Davis nos muestra la genealogía de los Metelo, los patricios protagonistas del caso que investiga Falco, aunque ciertamente Metelo fue un nombre de personas reales de la nobleza romana, pero siglos antes del momento en el que se sitúa la novela. Así, sabemos que Cicerón en sus Catilinarias menciona a un tal Marco Metelo, virum optimum, y a Quinto Metelo, pretor entonces. La familia de los Cecilio Metelo fue una de las más importantes y ricas familias de la Antigua Roma. Destacaron muchos personajes:
o       Quinto Cecilio Metelo el Macedónico, (circa 210 adC-115 adC, hijo de Quinto Cecilio Metelo (cónsul 206 adC), cónsul en el 143 adC y censor en el año 131 adC.
o       Quinto Cecilio Metelo Baleárico, nacido circa 170 adC, hijo de Quinto Cecilio Metelo el Macedónico. Cónsul en 123 adC.
o       Lucio Cecilio Metelo Dalmático, nacido circa 160 adC, hijo de Lucio Cecilio Metelo Calvo. Cónsul en 119 adC. Censor en 115 adC.
o       Lucio Cecilio Metelo Diademato, hijo de Quinto Cecilio Metelo el Macedónico. Cónsul en 117 adC.
o       Marco Cecilio Metelo, cónsul en el año 115 adC.
o       Quinto Cecilio Metelo el Numídico, muerto en 91 adC, hijo de Lucio Cecilio Metelo Calvo. Cónsul en 109 adC.
o       Quinto Cecilio Metelo Nepote,(135 adC-55 adC), hijo de Quinto Cecilio Metelo Baleárico. Cónsul en 98 adC).
o       Quinto Cecilio Metelo Pío,(127 adC-63 adC), hijo de Quinto Cecilio Metelo Numídico. Cónsul en 80 adC.
o       Quinto Cecilio Metelo Céler (circa 100 adC-59 adC), hijo de Quinto Cecilio Metelo Nepote. Cónsul en 60 adC.
o       Quinto Cecilio Metelo Pio Corneliano Escipión Nasica, muerto en 46 adC, hijo de Publio Cornelio Escipión Nasica, adoptado por Quinto Cecilio Metelo Pio. Cónsul en 52 adC.
            También es el nombre elegido por otros novelistas actuales para protagonizar sus novelas históricas, como El Imperio de los Dragones de Valerio Massimo Manfredi.
Por otra parte, Los Fiscales, presenta una arquitectura de las casas romanas de esa época según la clase social de los habitantes, que se ajusta a la realidad histórica que conocemos por los poemas de Marcial y Juvenal. También los itinerarios por Roma, los diferentes barrios de los que se compone y los monumentos que aparecen, siguen fielmente las reconstrucciones que han propuesto los arqueólogos y de las que nos hablan los poetas. Así aparecen bien diferenciadas las casas de las diferentes clases sociales que convivían en Roma: patricios, pequeños comerciantes extranjeros, libertos, esclavos, actores, matones, abogados, vigiles, pretores... Muchos de estos personajes no son los que habitualmente aparecen en los textos latinos que conservamos, pues al estar la educación reservada a las clases pudientes conocemos la vida cotidiana de esas clases, y no de las clases bajas. Pero como hemos comentado, la educación comenzaría a “democratizarse” un poco bajo Vespasiano con la colaboración de Quintiliano. Posiblemente esto es así porque la población de Roma se estaba acercando a su número máximo, 1200000 habitantes. Por eso Davis nos presenta a comerciantes griegos, guardaespaldas, libertos, esclavos, actores y mujeres que viven de su trabajo como las plañideras y las matronas o niñeras.
            La novela donde más verosímil se muestra es en la descripción de las leyes imperiales que influían directamente en la vida privada de las personas. De ahí que se refiera a la natalidad y al matrimonio y divorcio, legislados por Augusto, así como a los impuestos que los solteros debían abonar al estado. La trama principal, como se ha comentado, está relacionada con la descendencia de Metelo. Es real la gran mortalidad infantil que sufría el Imperio, como todo el mundo antiguo y medieval. Las familias, sobre todo las pudientes, debían asegurarse la descendencia. Tener muchos hijos, si sobrevivían, era un problema, pues era preferible no dividir las haciendas, pero no tener ninguno significaba el fin de la familia. Había otro procedimiento posible, y que, además, fue muy seguido por los emperadores justamente tras Domiciano, que no consiguió tener descendencia biológica que le sobreviviera: la adopción. En la novela, el error de Metelo es no adoptar a Negrino, sino aceptarlo en su casa como si fuese su hijo, que nació del matrimonio pero pereció, no legalizando la situación. Si hubiese adoptado legalmente a Negrino los fiscales no hubiese tenido caso en el que basar su codicia.
            Por otro lado, el matrimonio romano, también protagonista de la novela, era un matrimonio que no tenía nada que ver con los afectos. Las parejas se casaban por la obligación moral y legal de hacerlo, para procrear y que siguieran existiendo ciudadanos romanos. Esto hacía que hubiese muchas situaciones extramatrimoniales: amantes del marido, amantes de la esposa, concubinato, esclavas que acompañaban a los señores en sus siestas, hijos ilegítimos... Estas situaciones también aparecen en la novela, y nadie se escandaliza demasiado, pues debían ser moneda común. Lo extraño era que un matrimonio durase toda la vida de la pareja y que además sintiesen cariño el uno por el otro.
            También está documentada la novela, hasta donde podemos saber, en cuanto a los trámites testamentarios y de funcionamiento de los tribunales romanos en época de Vespasiano; y en cómo funcionaban procedimientos como el suicidio y los rituales típicos de un funeral. El testamento debía abrirse en lugar público, fórum o basílica, en pleno día y ante testigos. Era un momento muy importante, pues el joven romano estaba sujeto a la potestad de su padre hasta que este muriera, no siendo posible para él ni firmar un contrato ni liberar a un esclavo ni cualquier otra cosa sin permiso paterno. En eso se basa parte de la trama de Los Fiscales, pues el parricidio era de uso común. También existía la posibilidad, como muestra la novela, de nombrar a un “heredero por sustitución”, esto es, una persona que no iba a tocar un céntimo de la herencia, a no ser que el heredero principal rechazara la herencia, pero que dividiría el patrimonio según los deseos del fallecido, que así podía inscribir muchos más nombres en su testamento. Este es el caso que presenta Davis. Como curiosidad cabe destacar que estos testamentos acostumbraban a tener una parte dedicada a los escritores más famosos de la época, como atestigua el orador Plinio.
            El transporte en la ciudad y fuera de ella está claramente diferenciado. Por la ciudad se movían las personas a pie o en silla de manos, dejando los caballos y los carros para los viajes fuera de Roma. Las distancias eran, por tanto, siempre grandes y el intercambio de noticias o papeleo con poblaciones, incluso de la propia Italia, necesitaba de varios días. Pero el Imperio en esos momentos casi había alcanzado su máxima extensión, y se había concedido la ciudadanía romana a muchas ciudades de las provincias, así que no era raro que tuviesen que intercambiarse informaciones, contratos, declaraciones juradas y otros documentos entre Roma y lugares muy distantes de ella. Para hacernos una idea: en un día se podían recorrer entre 30 km, a pie, o 60 km en el caso de los correos del emperador, por lo que para ir a Siria, a 3000 km de Roma, eran necesarios un mínimo de 50 días. Por mar se podía llegar a Siria en 15 días, si había buenos vientos, pero se evitaba viajar por mar entre noviembre y marzo.
            En cuanto a los juicios que se suceden, cabe destacar el trabajo de la autora por crear unos discursos para los personajes que hablan en los juzgados que siguen las normas de la antigua retórica que fijaron hombres como Cicerón y Quintiliano.
Aún así, Falco resulta un personaje muy poco de su tiempo, en su relación con su familia propia y con el resto de los personajes. Tiene rasgos ciertamente contemporáneos en cuanto a tolerancia y punto de vista con el que reflexiona sobre sus coetáneos y su modo de vivir. Su matrimonio es desigual, pues él es un simple ciudadano libre, hijo de un comerciante bastante fullero y su esposa es hija de un senador. Al no pertenecer a una clase acomodada no se sirve de esclavos ni tiene clientes, así que sus “socios” son los hermanos de su esposa, que podrán seguir el cursus honorum, pero que deciden prepararse con Falco en las lides y entresijos del funcionamiento de la justicia romana. Aún así, resulta llamativo que dos hijos de senador “trabajen”, aunque ciertamente la novela no entra en si cobran dinero de Falco o no. Un hombre romano era “hombre” en cuanto podía vivir de rentas, estar ocioso. Entonces el trabajo no dignificaba, sino que se consideraba menos importante al que tenía que trabajar para ganarse el sustento. De todas formas, esta circunstancia, de la “sociedad” con dos hijos de senador, sirve a la autora para señalar fuertemente la férrea división de clases romana cuando Falco reflexiona comparándose con sus cuñados.
Se nota a faltar en la novela la participación de los dioses romanos. Solo aparecen mencionados por el cargo que tiene Falco de cuidar a las aves sagradas del templo de Juno, pero no aparecen sacerdotes ni vestales, ni menciones a Júpiter ni a ningún otro dios, ni tan siquiera durante el funeral de Metelo. Es cierto que a finales del siglo I d. C. Roma vivía lo que se ha dado en llamar el “segundo paganismo”. Este consistía en que los doctos y cultos se diferenciaban del pueblo en que no creían las mismas cosas, y dejan de ser creyentes de la mitología. Así, poco a poco, conseguiría tomar forma la necesidad de un solo dios con el que se relacionarían como un súbdito con su rey, y se iría abriendo la puerta al triunfo del cristianismo.
No aparecen en la novela referencias externas, esto es, menciones a la política del momento o a las guerras o batallas que se mantienen por las legiones en los diferentes puntos del territorio romano, ni siquiera a la filosofía o filosofías que en el momento marcaban el pensamiento romano. Es, por tanto, una novela bastante intimista en el sentido de que se ciñe a la anécdota que protagoniza Falco y no va más allá, algo que es habitual en las novelas policíacas.Es de lectura entretenida y mantiene el interés, y puede ser una buena forma de conocer los entresijos y el colorido de la vida cotidiana de Roma a finales del siglo I d.C.